A meus parentes e amigos

A mis familiares y amigos
Se me ha ocurrido empezar un blog personal para ir publicando mis nuevas crónicas que vendrían a ser como una segunda edición de mi libro “80 Chispazos”.

Espero que os gusten, pues están todas “inspiradas” en experiencias de mi vida diaria. .

sábado, 29 de dezembro de 2012

Los Reyes Magos


Hace ya muchos años que yo esperaba la llegada de los Reyes Magos, bien escondido debajo de las mantas e intentando escuchar  las pisadas de los camellos por el pasillo de casa.
En esa espera, me quedaba dormido hasta que, al día siguiente, descubría aquellos regalos que los Reyes me habían dejado en el salón. Rasgué nerviosamente los lindos papeles hasta descubrir los juguetes tan esperados: el coche de bomberos, los soldaditos de plomo, el mecano…
Esos recuerdos han quedado guardados en lo más profundo de mi ser, con un ansia de no despertar nunca de ese mundo de fantasía.
En un intento desesperado de no perder esa maravillosa “realidad” vivida en mi infancia, he intentado después volver a vivir esas sensaciones, pero a través de mis hijos.
Volvió todo de nuevo y también ellos se quedaban observando las estrellas, con la esperanza de ver aparecer a los Reyes Magos, precedidos de la estrella de Belén. Y de nuevo los regalos, el carbón de azúcar, los caramelos…
Me veo ahora leyendo la carta que también yo he escrito y que disimuladamente la he juntado a las de mis hijos:
“Hace ya muchos años que Vuestras Majestades entraron silenciosamente en la casa de mis padres y me dejaron un lindo caballo de cartón, en el que yo cabalgaba galopando por  unas lindas praderas”.
“Todo ese mundo encantado ha ido desapareciendo, y ahora vuelvo a escribiros para pediros que me incluyáis en vuestro mundo y que pueda  también yo creer que todavía hay amor e inocencia y consiga olvidarme de las tristes realidades de un mundo, tan distinto del vuestro y, por favor, dejadme también para mí un cachito de carbón dulce”. 

quarta-feira, 26 de dezembro de 2012

Páginas en blanco


Llegó el último día del año. Siento ahora la necesidad de limpiar los cajones de mi mesa, desprenderme de papeles inútiles y estrenar una ropa nueva.
Tengo la sensación de estar saliendo de un largo túnel, y abro los ojos ante una luz que va dando color a cuanto me rodea.
En la mesa de mi despacho hay una agenda con las páginas todavía en blanco, como una incógnita que tan sólo conseguiré descifrar durante el transcurso de los días, de las semanas, de los meses.
Las realizaciones, los proyectos trazados durante el año que ya terminó forman parte de mi currículo, mientras que los fracasos han quedado olvidados en las páginas llenas de garabatos de aquella otra agenda que he echado a la basura hace apenas unos momentos.
Una agenda blanca y limpia nada transmite. Sin embargo, apuntes en rojo, interrogaciones, tachaduras, todo eso es sinónimo de vida.
Mi vieja agenda ya se ha convertido en cenizas. Me esperan ahora muchas páginas en blanco que todavía están sin vida, pero que irán marcando lentamente el transcurso de los días, dejando huellas de vivencias, unas alegres, otras con marcas de sangre y sufrimiento.
Tengo miedo de las hojas en blanco, pues sólo traducen monotonía, falta de sentimientos, de amor, sin luchas.
Me esperan doce meses de safíos, e infeliz de mí si me contentase tan sólo en dejarlos pasar sin tener el coraje de cogerlos fuertemente con las manos.
En todo esto ando pensando , mientras arranco el plástico que envuelve mi agenda nueva, y empiezo a apuntarlos nombres de tantos amigos con los cuales conviví el año pasado y que continuarán todavía presentes en la agenda de éste y de otros años sucesivos.
Sólo deseo que mi nombre también continúe presente en la agenda de todos ellos.

                                                                                                                                                                                                         

segunda-feira, 17 de dezembro de 2012

El hechizo de Navidad


Ha llegado ya el mes de diciembre. Los escaparates de las tiendas están adornados con cintas rojas, bolitas doradas y nieve artificial, mientras por todos los rincones de la ciudad resuenan los villancicos, interpretados por voces infantiles.
Gente que entra y sale aprisa y corriendo de las tiendas, unos con paquetes grandes, otros apenas con la desilusión de compras imposibles.
Calles y edificios adornados con bombillas coloridas,
personas que se dan las manos,
que se desean felicidades,
que se abrazan,
que conversan.
Es el hechizo de Navidad que va penetrando intensamente en nuestro ser, conforme nos aproximamos más de esa noche memorable.
¿Frío o calor? No importa!
Navidad, con nieve o con el sol intenso del trópico.
Navidad no está limitado a un  tiempo determinado y sí al sentimiento que une a toda la familia,
que perdona a quien nos ha ofendido,
que nos hace sonreír al mendigo, antes ignorado,
que nos aproxima de quien nos incomoda…
En las Navidades, nuestro comportamiento es diferente:
Los pueblos en guerra abandonan las fusiles;
Se da la vez al vecino en la cola del supermercado;
Se dan propinas generosas al basurero, al cartero y A todos los que nos desean felicidades.
Nos da la impresión de que el 25 de diciembre no es apenas un día cualquiera del calendario. Es un día único que, año tras año, va realizando el milagro de la paz y de la reconciliación.
Alegría…
Fiesta;
Reunión familiar  alrededor de una mesa.
Corazones que se abren,
Personas que se besan, deseando con toda sinceridad,
¡UNAS FELICES NAVIDADES!                                                                             

quarta-feira, 28 de novembro de 2012

Montserrat


La montaña de Montserrat, situada a unos 30 kilómetros de Barcelona,  representa  el símbolo patriótico de Cataluña.  Su silueta aparece en escudos, tiendas  y logotipos. Esta La montaña tiene diez kilómetros de extensión  por cinco de anchura.
La palabra “Montserrat”  significa en catalán “montaña serrada”. Remonta a millares de años, durante los cuales se formaron conglomerados de piedras calcáreas, unidas por una especie de cemento natural. El viento, la lluvia y el calor  fueron dando formas distintas a esas rocas, algunas de las cuales parecen figuras humanas y animales.
Es famoso el  Santuario construido en el año 1000 por el abad Oliva y frecuentado por los reyes de Aragón. Durante la guerra de la Independencia fue destruido por los       El claustro del monasterio es del siglo XV, pero la fachada principal es reciente, de 1940 de un estilo neo-barroco  y neo-gótico.. 
Junto al mismo hay también una hospedería y tiendas de artesanía , administrado todo por benedictinos que también se dedican a los estudios, artes manuales y a la fabricación del famoso licor  “aromas de Montserrat”..
Desde los alrededores del Santuario puede uno alcanzar diversos picos de la montaña, usando  el tren cremallera.
Dice la tradición que la imagen de la Virgen de Montserrat fue encontrada por unos franceses  que más tarde huyeron  aterrorizados por el retumbar de tambores que sonaba por toda la montaña y que, según la leyenda, era apenas  un tambor tocado por un muchacho y que resonaba por todas partes como si se tratara de una invasión.
pastores. Esta Virgen fue declarada patrona de Cataluña, en donde se le llama cariñosamente de “moreneta”, debido al color oscuro de la misma.  
El canto  de la “Salve”, al mediodía, seguido del “Virolai” es el punto más emocionante de esta visita, pues en ese momento todos los asistentes se dan las manos, rezando cada uno  y en voz alta el Padrenuestro en su propio idioma. Estos y otros cantos son interpretados  por la “Escolanía”, formada por niños de 8 a 12 años, que viven  permanentemente en el Santuario, donde reciben  educación escolar completa e inclusive aprenden  a tocar varios instrumentos musicales..Cuando estos niños cambian de voz ya no pueden seguir en el Santuario.
Nos alejamos de Montserrat con la impresión de haber descubierto el secreto del pueblo catalán, que vive su regionalismo a la sombra de esta montaña cuya inspiración   sirvió a tantos poetas catalanes e inclusive al  artista Antonio Gaudi, cuya arquitectura está inspirada en las formas arredondeadas de esta montaña, como puede comprobarse  en la iglesia de la Sagrada Familia de Barcelona.  

terça-feira, 30 de outubro de 2012

El paraguas


Llego en casa empapado de agua y cierro el paraguas que no sé dónde guardarlo: si lo dejo abierto en la sala, va a mojar todo el piso: en la ducha no cabe y en el patio tampoco, pues el viento puede llevárselo…
Y me pregunto: ¿para qué sirve el paraguas? Salí de casa con la ropa seca y regreso  como un pájaro mojado, a pesar de intentar protegerme de la lluvia con ese maldito artefacto que sólo me ha servido para amenazar a los transeúntes que se apartan rápidamente de mí, antes de perder un ojo con una de las varillas.
Salgo de casa con paraguas, pero es posible que regrese sin él, por haberlo perdido a mitad de camino. Seguramente lo dejé en la  entrada del banco,  en el lugar reservado para esos objetos. Al salir, no lo recogí. Lo eché en falta cuando empezó a llover de nuevo ya cerca de casa. ¿Regreso en busca del mismo o prefiero comprar otro que seguramente también lo perderé en cualquier lugar?
¡Cuántas historias inauditas contienen todos esos paraguas abandonados en lugares inauditos como en el banco del parque, en el taxi, en el supermercado, en la tienda de la esquina o en el asiento del autobús!   
¿Por qué uno insiste en conservar un objeto tan inútil? Hecho especialmente para no mojarse, pero si llueve con un poco de viento, no sirve de nada. Tal vez apenas para preservar las gafas para que no se empañen.
 Si es de sistema de apertura automática, hay que tener cuidado, pues puede salir disparado de la mano e ir a caer en medio de la calle, donde podrá ser pisoteado por algún transeúnte incauto o aun herir al que está a nuestro lado y que también  intenta abrir el suyo.
Después de varias intentonas frustradas de cerrar el paraguas, por fin lo consigo y avanzo por la tienda adentro, pisando la alfombra con cuidado y sacudiendo el agua acumulada. ¿Dónde estará el recipiente para guardar los paraguas mojados?
-Está en la entrada de la tienda, señor.
Y ahí voy yo, sacudiendo el resto del agua acumulada en ni ropa  y con mis zapatos encharcados que van dejando sus huellas  en una alfombra que antes brillaba por su limpieza.
Así voy marcando mi presencia desastrosa en cada lugar.
Mi más reciente “aventura” ha sido hace pocos días. Al salir de una tienda, fui sorprendido con un viento tan fuerte que me arrancó el paraguas de la mano  y voló lejos, yendo a caer - ¡qué coincidencia!-  junto a un contenedor de basura.
Lo dejé tirado allí mismo y continué mi camino mojado hasta los tuétanos, pero feliz al sentir  la lluvia escurriendo por mi rostro.


  

segunda-feira, 22 de outubro de 2012

Va a llegar el (la) que faltaba...


Tres de mis cuatro  hijos han contribuido en la población mundial con dos hijos cada uno, pero Felipe, el más pequeño, ha resistido tenazmente y se ha mantenido hasta ahora sin aumentar la familia.
¡Qué vamos a hacer! Éramos unos abuelos frustrados hasta que…
Enciendo el ordenador y llamo a nuestro hijo Felipe, pues tenemos algunas novedades para contarle.
En la pantalla aparece  él y  Silvia, cosa rara de suceder porque no siempre coinciden estar los dos en casa cuando llamamos.
-          Tenemos una novedad para contaros…
-           Espera un poco, Felipe, pues antes  queremos contaros lo bien que hemos pasado este domingo. Hemos ido a pasear a un lugar maravilloso que…
-          Sí, pero espera que os cuente algo…
-          Bueno, después nos lo cuentas. Como te decía, nos hemos divertido  mucho y…
-          Por favor, papi, déjame que te cuente…
¡Qué raro! ¿Por qué será que  está tan impaciente en contarnos algo?
-          Pues dinos, Felipe, ¿qué queréis decirnos?
En la pantalla, los dos se miran uno al otro, antes de anunciar la gran novedad:
-          ¡Vais a ser de nuevo abuelos!
-          Un prolongado aplauso nuestro, mezclado con lágrimas de felicidad, no son suficientes para manifestar toda nuestra alegría.
-          ¡Por fin, Dios mío, por fin!
Mientras celebramos este acontecimiento tan esperado, nuestro pensamiento vuela hacia años pasados: nuestro hijo pequeño había nacido. Muy querido por todos, principalmente por sus tres hermanos que se lo disputaban cuando sus ojitos se cerraban de sueño…
Hace pocos días fuimos a visitar a los antiguos cuidadores de nuestra casa que por muchos años trataron a Felipe como a un hijo. En la cabecera de la cama de ese matrimonio, está colgada la fotografía de Felipe cuando pequeño…
Felipe fue un niño muy afortunado porque, no sólo nació en medio de una naturaleza exuberante, sino que también pasó su infancia rodeado de mucho amor.
 Ahora sólo esperamos que esa vida tan feliz se perpetúe con las sonrisas del que está próximo a nacer.
-          Felipe y Silvia, ¡nos hacéis muy felices con la gran noticia!

terça-feira, 18 de setembro de 2012

A espera de algo


Tengo cita con el dentista a las 10 de la mañana. Falta todavía quince minutos. ¿Qué hago mientras no llega la hora?
Quedé de encontrarme con mi amigo en el bar de la esquina de casa a las tres de la tarde. Llegué con media hora de antecedencia. ¿Qué hago?
Acudo a la reunión de la escuela de mis hijos. La sala está vacía. Escojo un lugar  adecuado y… ¡a esperar!
Hoy vamos a comer en casa de mi hijo que pasará a buscarnos al mediodía. Estoy ya listo. Cierro las ventanas y la puerta de casa. Me llama por teléfono avisándome que ya está a camino. ¿Lo espero sentado en la sala, leyendo el periódico o haciendo un crucigrama?
Así van transcurriendo las horas del día vividas, en gran parte del tiempo, en un compás de espera…
Lo peor es que cada compromiso requiere su tiempo especial de espera y no hay cómo juntar todos para realizar una única actividad. Se trata de momentos breves que no llegan a durar ni una hora, considerados aisladamente.
Hay que esperar varios meses para que lleguen las Navidades; el próximo domingo va a haber el grande partido del Real contra el Barça; el mes que viene llegará mi hija para visitarnos;  el viernes próximo será el cumpleaños de mi esposa…
En realidad, vivimos en función del futuro, pues el presente dura muy poco, limitado apenas por una vuelta completa del reloj.
Se vive en función del “mañana”, que nos promete realizaciones  que apenas eran un sueño.
El  presente nos proporciona una cascada abundante de sentimientos que se mezclan rápidamente, unos desapareciendo inmediatamente y otros permaneciendo a la espera del futuro.
El tiempo de espera representa el vestíbulo de un futuro promisor que llegará en nuestra vida, permaneciendo para siempre.
Por eso, son  tan importantes esos momentos que vivimos a la espera de algo.    

quinta-feira, 6 de setembro de 2012

De compras


Armado de papel y lápiz, voy apuntando cualquier cosa que esté faltando en casa: café, galletas y queso para el desayuno; arroz, pastas, contra-muslos y frutas para la comida; verduras, sopas y sardinas para la cena.
“Date prisa y vete a hacer esas compras” – me dice mi mujer. “Y nada de salirte de la lista que hemos hecho’”.
Salí de casa, convencido de que iría a comportarme como un comprador serio  y que pasaría de largo  de la sección de “chucherías”.
En la entrada del supermercado me asalta una duda: ¿cojo una cesta o un carro?
Después de una cruel duda elijo  el carro, por si acaso me excedo un poco…
Y empieza mi “peregrinación” por los pasillos del supermercado.
Frutas, enlatados, bebidas...
-          Ah, tengo que comprar tres botellas de cava para celebrar el Año Nuevo que será el mes que viene.
Poco a poco fue aumentando el volumen de las compras.
En cada sección aparecía algo que yo necesitaba en casa: una caja de cerveza, otra de leche, seis latas de atún, otras tantas de sardinas, aceite de oliva…
Surge un problema: voy a necesitar otro carro, para cargar tanta cosa.
-          ¡Listo! Ahora sí ya puedo ir a pagar las compras, pero antes voy a comprobar si me he olvidado de algo.
-          Pero, ¿dónde he metido el papelito en que anoté todo lo que tenía que comprar?
Rebusco en todos los bolsillos…y ¡nada!
Bueno, no hay mal que por bien no venga… Así mi mujer no echará en falta nada.
-          Dame  el arroz que has comprado.
-          Se me ha olvidado. Y no sé dónde he metido la lista de compras. Había demasiadas cosas  anotadas.
Escondí como pude las cosas extras que había comprado.
 La próxima vez voy a intentar no excederme y seguir a raja tabla la lista del papelito…

quarta-feira, 5 de setembro de 2012

La papelera


En un rincón de mi despacho hay una papelera  que casi siempre está al tope de papeles arrugados o rasgados.
Representa el símbolo de un pasado que no quiero ni recordar: boleto de la lotería que no dio en nada; pañuelo de papel con el que intenté secar mi mesa sobre la que derramé la tacita de café; páginas arrancadas del cuaderno de apuntes donde constaban números de teléfonos que ya no voy a necesitar; lista de las compras que hice la semana pasada…
Cuando está ya a no caber nada más, meto todo en un saco de plástico y…!a la basura!, donde se mezclará con tantas otras cosas destinadas a desaparecer con el tiempo.
No quiero guardar recuerdos de un pasado que nada representaron en mi vida, a no ser  deseos irrealizables o comprobantes de bienes que ya no existen.
 No puedo imaginar mi vida sin una papelera. Cuando está vacía, siento como un desafío. ¿Por qué no echo a la basura comprobantes de consumo de energía eléctrica de años pasados? ¿Para qué debo guardar tarjetas de Navidad recibidas hace ya tanto tiempo?.
Y la papelera va llenándose de nuevo… no sólo de papeles inútiles, como también de bolígrafos sin tinta, cajas de zapatos vacías,  bolsas de compras sin uso,  
Hay que renovar la vida continuamente. Lo que no hemos usado durante más de un año, no hay por qué guardarlo. Si ese fuera nuestro comportamiento, no habría necesidad de tantos armarios que reducen los espacios libres de la casa. Por algo será que los indios viven en cabañas sin divisiones, donde apenas necesitan un pequeño espacio para tender sus hamacas.
En todo esto estaba yo pensando mientras rasgaba papeles que iban abultando la carpeta de documentos.
Por la calle pasa un papelero recogiendo revistas, periódicos usados, y cajas vacías. Menos mal que alguien consigue vivir con lo que yo echo a la basura.
No hay mal que por bien no venga. ¡Bendita sea la papelera donde echamos tanta cosa inútil!  

quinta-feira, 16 de agosto de 2012

Hojas secas


Las calles aparecen  cubiertas de hojas secas que  forman una alfombra dorada.
En el campo, los árboles están “desnudos”, rodeados de un mar de hojas que perdieron su verdor de un verano que ya se fue. Ahora forman parte de un suelo árido que las reseca sin piedad, cambiando su primitivo color de vida por un marrón de tonalidades distintas que transmiten sentimientos de fin de ciclo, de fin de una vida, otrora llena de vitalidad. Es otoño.
Estamos en el ocaso de una variada vida de luz diáfana, de flores coloridas, de sol ardiente, de melodías inauditas de pájaros… Toda esa belleza ha desaparecido, cediendo el lugar para un paisaje de pinceladas oscuras.
No sería mejor vivir un eterno verano? Una primavera sin fin? Un invierno de frío y nieve?
Sin embargo, el destino me ha puesto en un país donde puedo tener esas sensaciones de frío, calor y temperatura cálida durante el transcurso de unos pocos meses.
Esa vivencia me recuerda una vida de continua renovación. Un invierno constante volvería mi vida sin color; una eterna primavera, en una comodidad continua; un verano perenne,  en un desierto sin oasis.
Recuerdo que, durante mi infancia, iba a camino del colegio, caminando por una calle repleta de hojas secas. Iba jugueteando con mi primo Leandro dando patadas a los montones de hojas que revoloteaban en el aire, cayendo encima de nuestras cabezas. Vivía yo esa felicidad en pleno otoño, que para mí nada tenía de triste.
Es la  imagen que yo tenía de esa época del año. Ahora, al contemplar las hojas secas, sin vida, me entran deseos de caminar entre ellas lanzándolas a lo alto para que recuperen su vida de un verdor que tanta sombra nos proporcionó durante un verano ardiente.
Sin embargo, las hojas secas continuarán siendo un símbolo de un otoño que promete ceder su lugar para un invierno de nieve que, con su blancura, cubrirá cualquier vestigio de aquellas hojas sin vida.
      

segunda-feira, 13 de agosto de 2012

Recuerdos pasados

VCuando regresé a España, después de unos 25 años de mi última visita, quise recorrer aquellos sitios que tantos sentimientos despertaron en mí  durante mi infancia y juventud, “saboreando” lentamente cada uno de esos recuerdos: el barrio barcelonés de Sarriá, donde pasé los turbulentos años de la guerra española;  el santuario de la Virgen de Nuria, con sus bellos rincones de cascadas de agua cristalina, verdes praderas y caminos tortuosos en plena montaña de Los Pirineos; Montserrat, con sus peñascos que parecen esculturas caprichosas…
Todos estos recuerdos evocaban en mí una nostalgia de algo que nunca más soñaba volver a vivir.
Sin embargo, de nuevo me encontraba yo ahora en esa encantadora montaña de Montserrat, escuchando el canto del virolay, interpretado por la escolanía de voces infantiles : “Rosa d´abril, morena de la serra”…
Luego, volví a sentirme en un mundo de hadas  en medio de ese conglomerado de rocas  de caprichosas formas, tales como “El gigante encantado”, “El centinela”, “La  Muñeca”, “La Calavera”…y tantos otros peñascos identificados por la fantasía popular.
Esa montaña, de diez kilómetros de extensión, abriga un famoso santuario donde se venera la imagen de la Virgen “morena’,  que ha sido declarada patrona de Cataluña.
Su construcción se remonta al siglo XVI y se yergue a 33 metros de altura, con paredes de dos metros de espesor. En su interior vive un grupo de monjes benedictinos que administran el Santuario, donde niños hasta diez años de edad, reciben instrucción musical y forman parte de una coral ya famosa por toda Europa.
Días después de esta visita a Montserrat, estaba viajando para Nuria.
 El único medio de transporte para llegar a ese lugar de los Pirineos es el tren cremallera, que sale de Ribas de Fresser y va subiendo lentamente hasta llegar a su destino.
 Se trata de un trayecto de belleza única, contemplándose cascadas de agua cristalina que caen de lo alto de las montañas y precipicios enormes que parecen amenazar constantemente al intrépido tren cremallera que avanza firmemente haciendo sonar su pitido que resuena por valles y montañas.
Llegamos por fin al Santuario de Nuria, que es también un centro deportivo de esquí. Desde la ventana del hotel contemplo una pequeña ermita que se yergue en medio de una verde pradera por donde atraviesa un riachuelo de heladas aguas. Según la tradición popular, fue en este lugar donde unos pastores encontraron la actual imagen de la Virgen.
Al atardecer, fui recorriendo el peculiar Via-crucis, en lo alto de la montaña, cuyas estaciones son auténticas obras de arte de distintos artistas catalanes.
Estos lindos paisajes mudan completamente en invierno, cuando todo aparece cubierto de nieve. Llegó la época de las grandes competiciones de esquí que transforman el valle de Nuria, en un escenario de belleza indescriptible.
Todo ha sido un sueño del que despierto con nostalgia del pasado.      .  

terça-feira, 31 de julho de 2012

La playa


La playa siempre ha ejercido sobre mí un atractivo especial. Cuando en la escuela se me ofrecía el poder escoger entre pasar las vacaciones en la montaña o en la playa, yo siempre escogía la segunda opción.
Recuerdo con mucho cariño la playa “dels Capellans” en Tarragona, España. Fue allí donde yo aprendí a nadar a los once años de edad. Sensación de libertad, de pleno dominio sobre el agua y de sorpresa ante la agresividad de las olas que me arrastraban ferozmente hacia la orilla.
El contacto con la arena fue otra de las sensaciones indelebles, al poder modelar con mis propias manos castillos de caprichosas torres o muñecos que se derretían al contacto con el agua que inundaba inesperadamente mis “construcciones”…
Poco a poco fui adquiriendo intimidad con ese medio y ya me aventuraba a zambullirme de cabeza desde una roca próxima a la orilla.
De regreso a casa, con el pelo todavía mojado, íbamos cantando alegremente caminando sobre los raíles del tren, del que “huíamos” cuando allá a lo lejos sonaba su pitido “uh, uh, uh”…
Pasaron los años; ahora estaba de nuevo en la playa,  con mis cuatro hijos, y mientras ellos repetían la construcción de otros castillos, parecidos con los míos de antaño, yo, tendido sobre la toalla bajo la sombra de una enorme sombrilla, comentaba con mi esposa la felicidad de poder ofrecer a nuestros hijos la posibilidad de juguetear con las olas que, con sus embestidas inesperadas, les hacían reír a carcajadas.
Siento nostalgia de esos momentos. Ya no escucho más las alegres sonrisas que acompañaban el vaivén de las olas. Ahora hemos cedido la vez a nuestros hijos que disfrutan de la misma felicidad que otrora yo sentí en la pequeña playa de mi infancia.
Esas vivencias calan profundamente en mi alma. Creo que vale la pena revivir recuerdos, antes de que desaparezcan como las olas que  mueren al llegar a la orilla.   

sábado, 21 de julho de 2012

De pijama


Es ya media mañana y  estoy todavía de pijama puesto.  Siento cierto sentimiento de culpa.
 Sin embargo, el estar así vestido me recuerda que estoy jubilado. No tengo ningún compromiso a vista. Ya se pasaron los días en que me levantaba de la cama corriendo porque tenía obligación de empezar mi trabajo a las ocho en punto, acostarme temprano y llevar a mis hijos a la escuela antes de que sonara la sirena del colegio.  Y así iban desfilando todas las obligaciones de un día común.
Entrevistas con hora marcada; comida aprisa y corriendo, pues un cliente me esperaba dentro de una hora; reunión en la escuela de mis hijos a las ocho de la noche en punto…
En fin, toda mi vida dependía de ese maldito reloj que avanzaba sin piedad y que no me daba sosiego.
Lo curioso es que todavía suena el despertador por la mañana, aunque no tenga prisa para levantarme. Creo que sea una manera de “vengarme” de ese reloj que durante tantos años me obligaba a entrar en un nuevo día en ritmo acelerado. Ahora suena el despertador – como siempre – y yo  me río en mis adentros, doy media vuelta y continúo mi plácido sueño. 
¿Será que no tengo derecho a continuar el día vestido de pijama?  Necesito sentir que estoy libre, que no dependo de nadie ni de nada, que puedo prolongar mis sueños, que leo un libro a la hora que me dé la gana, que  simplemente me asomo a la ventana para contemplar lo que pasa ahí afuera…
Esa libertad no la he ganado en balde. Han tenido que pasar muchos años de sudores, trabajos, sinsabores…
Realmente, no tengo por qué sentir sentimiento de culpa.  No me importa ahora pasear por el jardín, a las diez de la mañana, vestido todavía de pijama. 

terça-feira, 12 de junho de 2012

Río Amazonas


Un río que  se pierde en un  horizonte sin fin.
Aguas terrosas que esconden temibles pirañas que devoran a sus víctimas en segundos.
Troncos enormes que van a la deriva, amenazando pequeñas y grandes embarcaciones.
Lindos parajes de frondosos árboles donde reposan elegantes guacamayos de plumas coloridas y otras aves de rara belleza.
Bellos atardeceres de un colorido único que se mezcla caprichosamente en una paleta de algún artista invisible.
¿Cuál es el hechizo que ejerce este gran río para que se lo contemple con respeto, pero también con un amor que raya con lo divino?
Ese algo misterioso  cautivó a mi hermano Cristóbal que lo subyugó durante cincuenta años. Vivió momentos felices navegando por sus tranquilas aguas, mientras juguetones  bufeos acompañaban su embarcación, pero también sufrió,  víctima de tremendas tempestades como la que sucedió en aquella noche del 30 de agosto de 1958.
Después de varias horas de navegación, se formó inesperadamente una tempestad que obligó a los tripulantes de la lancha a acelerar la  máquina  tratando de ganar la orilla del río para esperar que amainara el tiempo y poder continuar el viaje.
De pronto, la lancha se chocó contra un enorme tronco que iba flotando por el río y penetró en el cuarto de máquinas, partiendo el casco en dos pedazos.
Se siguieron unos diez minutos de la más tremenda confusión. Cristóbal sostenía con una mano a nuestra madre, que también viajaba en la lancha, y con la otra una linterna  que había encontrado en el momento del hundimiento. Los dos estaban ya casi pereciendo ahogados cuando uno de los marineros  vio la luz de la linterna que iba sumergiéndose y logró salvarlos.
Todos los náufragos tuvieron que pasar la noche en la fangosa orilla, aguantando la lluvia torrencial hasta que vino a auxiliarles un cañonero de la marina colombiana.
Así es el misterioso río Amazonas. Bello y atrayente con su exótica variedad de peces y plantas acuáticas, como la victoria regia, pero también  temible con sus amenazadoras aguas, capaces de  sepultar todo a su alrededor en el más profundo abismo.   

quarta-feira, 6 de junho de 2012

La calle de mi infancia


En ciertos momentos en que siento nostalgia del pasado, mi pensamiento vuela hacia los años de mi infancia vividos  en el barrio barcelonés de Sarriá.
Hasta la edad de seis años, sólo recuerdo los sustos de la guerra, los bombardeos, la amenaza de muerte hecha a mi hermano Cristóbal por ser seminarista. Tuvimos que huir para un barrio distante del centro de Barcelona, para protegerlo de los comunistas que dominaban la ciudad y que declaraban guerra cerrada a cualquier persona que fuera religiosa.
Cuando terminó la guerra, el escenario cambió por completo. Los ruidos de las bombas cesaron y nuestra vida familiar empezó una nueva etapa más tranquila, aunque continuaron las privaciones y el racionamiento de la comida, a la que teníamos acceso mediante vales especiales.
Diariamente yo pasaba por la calle Pomaret, a veces en compañía de mi primo Leandro con quien iba a camino de la escuela o con mi madre para hacer las compras en el mercado.
Esa calle ejercía en mí un atractivo especial. Caminaba siempre por la acera de la izquierda donde quedaba el colmado donde yo iba, muchas veces solo, para comprar garbanzos, leche, pan…
 Como esa tienda quedaba casi al final de la calle, yo me entretenía contemplando los jardines de las casas. ¿Quién viviría en cada una de ellas? En una, escuchaba la melodía de un piano tocado por alguien que estaba aprendiendo las escalas musicales; en otra, veía una mecedora vacía e intentaba imaginarme a aquel viejito que se mecía suavemente mientras leía el periódico del día; en otra de las casas, un  jardinero, con unas enormes tijeras, iba podando los arbustos que adornaban la entrada. Más adelante, me asustaba los ladridos de un perro que no dejaba que nadie pasara enfrente de la casa de su dueño. Pasado un tiempo, dicho animal ya me conocía y meneaba el rabo esperando que yo lo acariciara.
Llegaba por fin al colmado y don Antonio me preguntaba qué quería comprar.
No fueron raras las ocasiones en que yo simplemente me olvidaba de lo que mi madre me había pedido para comprar, después de tantas distracciones que yo había tenido en el camino…
Ahora todo ha cambiado. El colmado ha desaparecido y  las viejas casas han cedido el lugar para torres requintadas.  En fin, es una calle diferente de la que yo conocí, sin árboles, sin jardines. Apenas recuerdos de un pasado.
                                                                                        

sexta-feira, 1 de junho de 2012

El sillón de papá


La calefacción de mi casa se ha estropeado. ¿ Cómo voy a enfrentar el frío esta noche?
No hay más remedio que ir a comprar ni que sea un calentador. Para llegar a la sección de “electrodomésticos”  de la tienda  paso  por la exposición de muebles, cuando, de pronto, me llama la atención  un hermoso “sillón de papá”…
Llega el vendedor que, al verme tan interesado, empieza a darme explicaciones:
-           ¿”Ya ha probado usted lo cómodo que es acostarse en ese sillón?”
-          No, pero gracias. Estoy buscando un calentador.
-          Bueno, ya que está usted aquí, ¿por qué no intenta echarse un poco y comprobar lo confortable que  se está?
-          Vamos a ver… Realmente, vale la pena.
Me recuesto en el sillón, acciono la palanca y sale un “descansa-pies”. ¡Perfecto! El cúmulo de la comodidad…
-          Mientras usted descansa un poco en el sillón, voy a ver si encuentro el calentador que quiere usted.
-          No, no es necesario. Prefiero quedarme con este sillón. Lo del frío lo voy a solucionar con una buena manta.
Pocos días después, en un rincón de la sala, estaba el tal sillón que me invitaba a pasar largas horas acurrucado y bien envuelto en una manta para ahuyentar el frío.
El único inconveniente es que me quedo sin enterarme de lo que pasa en la televisión, porque no resisto a echarme un sueño…
Termina la transmisión de noticias, apago el televisor, y me voy a dormir “de verdad”, sin haberme enterado de nada por culpa de ese sillón que representó para mí la ante sala de un sueño profundo.
La calefacción puede continuar estropeada…
  

sexta-feira, 25 de maio de 2012

Soñando con fantasmas


“Duerme, mi niño, duerme, que viene el coco y se come a los niños que duermen poco”…
Durante muchos años de mi infancia, esta canción era lo último que yo escuchaba antes de cerrar los ojos y entrar en el mundo de los sueños.
 ¡Qué horror! La amenaza de un cocodrilo  abriendo sus enormes mandíbulas para tragarme entero, me obligaba a quedarme acurrucado  en la cama, taparme hasta las orejas y quedarme dormido de puro miedo.
¿De cuál manual de psicología había sacado mi madre esa técnica para hacerme dormir? No lo sé, pero lo cierto es que las escenas de terror eran lo único que me tranquilizaba y me introducía en otro mundo repleto de animales que me protegían para no sucumbir en las garras feroces. El cocodrilo ya no podía tragarme, porque yo ya estaba durmiendo. De vez en cuando abría un ojo para ver si ese tal bicho estaba a mi lado con sus mandíbulas amenazadoras bien abiertas.
Mi madre podía ya salir de mi habitación tranquila, pues yo ya estaba en lo más profundo de los sueños.
Con mis hijos, intenté seguir esa misma técnica, pero los resultados no fueron los mismos. Fui cambiando de animales. Ahora era la escena de un perro que mordía el culito de mi hijo o la de un pájaro que picoteaba su cabecita. “No, no, papi, cuéntame algo  que me ayude a dormir. Con estas historias tétricas voy a quedarme despierto hasta mañana”.
¿Será que los tiempos han cambiado y ahora se viven las historias de terror durante el día, con películas que se presentan en la televisión con luchas de monstruos que matan con rayos laser o con la destrucción de castillos que desaparecen bajo las pisoteadas enormes de un dinosauro?
Ya no tiene sentido contar esas historias de terror para que mi hijo se duerma.
Así es que después empecé a contar otras historias  en las que, en vez de un cocodrilo, aparecía un simple Mikey Mouse enamorando a su novia Minie o al tío Rico nadando en un mar de monedas…
Ahora las cosas han cambiado. De día se vive con fantasmas y de noche, nada mejor que una buena historia de TBO…

terça-feira, 22 de maio de 2012

Un cumpleaños con atraso


A la edad de quince años se aspira a llegar cuanto antes a los veinte. Después la meta es cumplir los veinticinco para ir pensando ya en bodas y en la independencia familiar. Y pasan los años, cada vez más velozmente. Cuando menos se espera, empiezan a aparecer las primeras canas y celebramos un nuevo cumpleaños deseando que el calendario se detenga un poco. Ya, después de los setenta, “ojalá se olviden de darme la enhorabuena, para no tener que reconocer que estoy ya viejito”…
Esa sensación la he tenido en mi último cumpleaños. Por la mañana temprano salto de la cama “silenciosamente” para no despertar a mi esposa y obligarla a que me felicite por mi cumpleaños. Mis deseos se van cumpliendo. Mi esposa está desayunando conmigo y comentando la buena temperatura del nuevo día, pero de felicitarme… ¡nada!
Y van pasando las horas de ese día. Ni suena el teléfono de alguno de mis hijos felicitándome ni leo ningún mensaje de algún amigo en orkut. ¿Será que me he equivocado y hoy no es mi cumpleaños? No, no; estoy perdiendo algo la memoria, pero no llego a tanto… Incluso ayer mi esposa me comentaba que iríamos a celebrar mi cumpleaños por la noche, en compañía de uno de mis hijos.
¿Qué ha pasado? Bueno, me queda el consuelo de que nadie me ve más viejo, pues la fecha está pasando en blanco… El reloj está marcando casi medianoche cuando mi esposa me da un solemne beso y me dice: “perdona, pero casi se me olvida”… Mi hijo Fernando estaba firmando un documento y al escribir la fecha se dio cuenta de que era el mismo día de mi cumpleaños. “Perdona papi, pero casi, casi  no atino que hoy es tu día”…
 Suena el teléfono. Es mi hija Silvia que andaba tan resfriada que se durmió profundamente al tomar una aspirina pero, medio soñolienta, tuvo coraje para reunir a toda su familia para cantar “cumpleaños feliz”…
Mis otros dos hijos Ricardo y Felipe  también se acordaron de mí, antes de irse a dormir. Bueno, digo yo para mis adentros: es mejor tarde que nunca…
Mis deseos se han realizado en parte y casi, casi no cumplo otro año de vida…      

domingo, 13 de maio de 2012

Los perros de Madrid


Nunca imaginé que fuera posible. Los perros de Madrid no ladran, no  se pelean y tienen los mismos nombres que los humanos: Pablo, Carmen, Cristóbal y por ahí va.
Parece que ya nacen adiestrados. Si su dueño se para durante el paseo para charlar un poco con algún vecino, el perro se quedará quieto, esperando sentado pacientemente, sin importarse con sus otros “colegas”, que al igual que él, están también al lado de sus dueños.
Participan también de la vida social.  ¿Hora de bañarse? ¡A la misma ducha del resto de la familia! ¿Hora de dormir? Su camita ya está lista en un rincón de la habitación o, a lo mejor, en la propia cama de Pepe, el hijo menor.
Lo único que no les está permitido es entrar en las tiendas o supermercado. Sin embargo, no hay necesidad de dejarlo atado en la entrada. Basta sólo decirle “quédate ahí esperando” que él se echará al suelo y aprovechará para descansar un poco hasta que su dueño salga de la tienda y le diga “vámonos”.
La comunicación con su dueño no se limita apenas a decirle “busca”, “anda”, “vámonos”. Hay que explicarle el porqué de la orden dada. Días pasados, estaba yo paseando por el parque y me senté en un banco para descansar.  A mi lado estaba una señora que al rato se levantó y dijo a su perro: “Pablito, vámonos a casa que ya es tarde y va a llover. Mañana te traeré de nuevo para que juegues con tu amiguito”.
Y el perro menea alegremente el rabo para significar que lo ha entendido todo.
La visita al veterinario merece un capítulo aparte… Por algo será que hay un consultorio en cada esquina. “Doctor, no sé qué le pasa a mi perrito, pues anda muy triste”. “Doctor, ¿qué le doy para que no le caiga tanto pelo?” “Doctor, doctor, y si…”
Menos mal que, al salir del consultorio, podrá pasarse por la tienda al lado donde venden de todo para animales: ropa de invierno o verano, sombreritos de encaje, collares de perlas, lacitos de seda, mantas coloridas, huesos y pelotas de juguete, cepillos de dientes de color rosa o azul…
¡Qué vida tranquila y buena la de los perros de Madrid!

sexta-feira, 13 de abril de 2012

Nostalgia de una pequeña ciudad

                       
Todas las tardes me quedaba sentado en un banco de la plaza, contemplando los bellos atardeceres del río Amazonas.
 Poco a poco el cielo iba pintándose caprichosamente  con reflejos dorados de los últimos rayos de sol. Me daba la sensación que el día quería despedirse dejando en el horizonte bellas pinceladas  de distintos colores que iban de un intenso amarillo, de un ardiente rojo vivo hasta  un triste violeta o  un puro azul celeste salpicado de tenues nubes blancas.
En el primitivo puerto del río, iban atracando frágiles canoas repletas de pescado y lanchas que vendían  de todo un poco, desde arroz, frijoles, escopetas y cartuchos que ofrecían a cambio de bolas de caucho. Alguien canturreaba  “no más pirarucú, eso dicen los colonos que han venido por acá…” mientras iba subiendo la ladera del puerto cargando un enorme pirarucú, que le proporcionaría suficiente alimento por varios días.
Por las mañanas, las escuelas daban inicio a sus actividades  reuniendo a todos los niños alrededor de una bandera y cantando desafinadamente pero con mucho entusiasmo  “!Oh, gloria inmarcesible, oh, júbilo inmortal”, mientras allá a lo lejos iba desfilando un pelotón de soldados al son de trompetas para izar la bandera que quedaría tremolando con orgullo como que anunciando que allí también existía una Patria llamada Colombia.
En el río aparecía la silueta de un veloz deslizador que iba dejando un rastro de olas espumosas, mientras se esquivaba de enormes troncos  que flotaban en sus aguas.
Así era la vida en Leticia. Y digo “era”, pues  ahora ya es diferente: coches  circulando por calles asfaltadas, que otrora eran  de puro barro; aviones que aterrizan  casi diariamente, proporcionando viajes rápidos hasta la capital de Bogotá; modernos edificios comerciales que han substituido a almacenes de madera… En fin, una ciudad que ha cerrado sus puertas al avance de la selva y ha abierto sus horizontes  para una modernidad que cautiva a todos.
Sin embargo, Leticia continuará siendo para mí  un bello rincón  que seguirá perteneciendo a la rica región amazónica, a la orilla de un majestuoso río lleno de misterios y belleza.

sábado, 7 de abril de 2012

Desfile de disfraces

                                        
Mayo nos evoca siempre recuerdos de bodas y Primeras Comuniones:
 Iglesias abarrotadas de flores, por cuyo pasillo principal “desfila” la novia engalanada con el vestido del mejor costurero.
Niñas ataviadas de princesas y niños de almirantes o marineros. A todo esto, luces de flash que se encienden constantemente.
¿Se trata realmente de un acto religioso en el que los novios se prometen amor eterno y los niños renuevan su encuentro con Cristo?
Lo cierto es que estamos en un mundo cada vez más materializado, regido por normas, apenas sociales. “Nos casamos en la iglesia porque es más solemne y pomposo”. “Nuestro hijo hace la Primera Comunión porque es una tradición”. ¡Y se acabó!
Después, raros son los niños que van a continuar yendo a la iglesia y las parejas confesarán que la última vez que pisaron el templo fue cuando se casaron. ¡Un mundo de incongruencias!
Las costumbres sociales son tan rígidas que exigen un traje de almirante para el niño o
 un vestido de encajes y bordados para la niña cuyos padres nadan en la opulencia.  Lo mismo se pide para aquel otro, cuya madre tiene que ir limpiando casas y reunir el dinero suficiente para que su hijo pueda hacer su Primera Comunión  o que su hija pueda lucir su vestido en medio de los invitados que acuden a un banquete preparado con sudor de las horas extras trabajadas.
 ¿Por qué hay que aceptar estas costumbres dictadas por una sociedad despiadada y cruel?
Ante este sacrificado despilfarro que obliga a gastarse aun lo que no se tiene, me viene a la memoria otra fiesta de Primera Comunión. Niños y niñas acuden a la iglesia vestidos por igual con una túnica blanca que la familia ha alquilado por unas pocas monedas. Como banquete, todos están sentados en bancos de madera mientras se les sirve un suculento chocolate. Se relamen los labios nada importándoles que sus vestidos blancos se manchen.
¿Qué es preferible: un traje de marinero que se traduce en días y noches de trabajo, o  una túnica blanca manchada de chocolate, con la única preocupación de ofrecer un día de felicidad auténtica para el niño?  

quarta-feira, 28 de março de 2012

Pescado en Viernes Santo

                                                  J. Torralba
Huevos de chocolate – puestos por un conejo -  y consumidos en  Pascua.…;cuidado al pasar por debajo de una escalera; entrar en casa con el pie derecho; comer doce uvas al ritmo de las doce campanadas de Año Nuevo; romper un espejo; comer pescado en Viernes Santo.
Todas estas son tradiciones, supersticiones o costumbres que han sido incorporadas en nuestras vidas y de las cuales no podemos prescindir.
Muchas de ellas tienen un origen religioso, llegándose hasta el exagero de considerarse un “buen cristiano” porque se come pescado en Viernes Santo.
Las supersticiones siempre han acompañado la historia de la Humanidad. Lo que era considerado un acto de penitencia – el no comer pescado en  Cuaresma – se ha convertido en una tradición, y ese día, que en principio era de austeridad, es ahora un motivo para frecuentar restaurantes donde se sirve una variedad de platos  a base de pescado.  
Si eso pasa en un día de penitencia, qué no será en  Pascua, con la degustación de los huevos de chocolate, en la cena de Navidad, en la que no puede faltar el pavo y en las uvas, acompañadas de doce deseos, a medianoche del Año Viejo…
Y yo me pregunto: ¿no nos dejan estas costumbres alguna lección de vida?
Lo cierto es que en tales ocasiones, la familia se reúne alrededor de una mesa, dialogando unos con otros en la más completa y amistosa armonía, y se olvidan antiguas querellas o sinsabores que nos acompañan el restante del año. Hijos se reencuentran con sus padres, la abuela perdona al nieto que hace tanto tiempo que no  habla con ella y todos se abrazan olvidándose de lo pasado y haciendo augurios una eterna felicidad.
Y sucede este milagro gracias a tradiciones al parecer absurdas, pero que han servido para estrechar los lazos de amor entre todos.
¡Benditas sean tales supersticiones!
                                                   ***
Aprovecho esta crónica para desear a todos una feliz Pascua y que la fantasía de un conejito, poniendo huevos de chocolate, traiga a todos vosotros un poco de dulzura, paz y amor. 

quarta-feira, 14 de março de 2012

Mi nieto Adrián

“Existen diversos tipos de dinosaurios. Este es el  tiranosaurio; este otro se llama titanosaurio; a su lado está el triceratops; y este dibujo que he hecho es de un torosauro”-
Así iba dialogando conmigo mi nieto cuando apenas tenía cinco años…Mientras así hablaba, me  enseñaba las muchas miniaturas  que adornaban su habitación…
Otras cualidades más surgían  en este pequeño “fenómeno”.
Para él no había animal que no puediera imitar. Estaba viendo televisión, cuando de pronto aparece Adrián disfrazado de oso polar, emitiendo incluso  sus aullidos. Da media vuelta llamándonos la atención, desaparece y al poco rato, vuelve ahora disfrazado de perro que nos va “amenazando” con sus ladridos feroces. Y así van sucediéndose otros animales, a cual más feroces, “interpretados” por Adrián.
Su imaginación está al tope. Sus cualidades como dibujante quedan impresas en un montón de papeles donde aparecen sus amados animales. De pronto, se dirige a su abuela y le pide otro papel:
-          ¿Te sirve éste?
-          No, no, tiene que ser más grande.
-          ¿Y este otro?
-          Más grande todavía.
-          Mira, sólo tengo este otro, pero es demasiado grande. Mide más de un metro.
-          Vale, ese sí me sirve.
Extiende el papel encima de la mesa y poco a poco va surgiendo un enorme lagarto dibujado con un trazo único, que ocupa una de las paredes de su habitación…
Con el pasar de los años aparece otra faceta: la de actor. 
Un grupo de amigos se reúne para interpretar una animada escena teatral. Por supuesto, entre ellos estaba Adrián. Y empieza la sesión.
De pronto entra en escena “Rambo”, con ametralladora en puño, arrastrándose y quejándose que “no siente las piernas”, causando la risa a todos. Desaparece rápidamente y ahora vemos al bigotudo “Aznar” que va dictando con voz nasal las últimas normas de Seguridad Social… Y los personajes célebres van desfilando, todos debidamente caracterizados, incluso el cantante Louis Armstrong. Pero, ¿qué pasa? ¿Cómo es posible reunir tan rápidamente a tantos famosos? Todo ha sido posible gracias a la inventiva de Adrián que ha cautivado a todos con sus disfraces.
Era el principio de su “carrera” como actor. Con actuaciones en anuncios de televisión y con la interpretación de “Romeo y Julieta” para niños así como en el proyecto del musical de Disney “Rey León”, además de otros pinitos como doblador.
Así es el “portento” de mi nieto, que está ahora sentado en la mesa de su habitación escribiendo -¡nada menos! – una novela que trata sobre el calentamiento global, ocasionando la extinción del ser humano que es  substituido por lagartos, capaces de aguantar altas temperaturas …
Esperen un poco y… verán de lo que es capaz este artista, dibujante, doblador y aun novelista…

quarta-feira, 22 de fevereiro de 2012

?Verano o invierno?

Son casi las diez de la noche. El sol apenas empieza a esconderse en el horizonte, mientras los pájaros regresan a sus nidos para un merecido descanso, después de revolotear por tejados e jardines en busca de pajitas para la construcción de un rincón donde nacerán en breve sus crías.  
La noche va avanzando lentamente y el bullicio de la gente que va paseando por la orilla del mar, aumenta cada vez más, anunciando unas horas más de alegría, gritos y cohetes… Once, doce, una de la madrugada… Nadie tiene prisa para retirarse a sus casas y descansar. Verano es eso: vida, alegría, música.
Cuando el silencio empieza a esparramarse por doquier, nos retiramos a la habitación, donde la ventana permanece abierta y descansamos cubiertos apenas con una leve sábana, arrullados por el ruido del ventilador.
 No necesitamos dormir mucho y cuando nos despertamos el sol ya está anunciando un día de mucho calor. No importa. Nos espera una playa  donde pasaremos largas horas, protegidos por una sombrilla, sin nada que hacer, apenas soñando, soñando…
La vida en verano es una juerga… Paseos, convivio con amigos con quienes compartimos suculentos aperitivos de gambas y pescado frito; largas horas tendidos en la hamaca mientras leemos aquel romance anunciado como uno de los más vendidos; el reloj de pulsera abandonado en algún rincón de la casa, porque no nos interesa saber lo que vamos a hacer en las próximas horas.
Así es el verano que tanto nos atrae.
Estamos ahora  ante otra realidad. La noche llega más temprano. Las sillas y mesitas del bar han desaparecido de la terraza; las puertas y ventanas de las casas se cierran cuando el sol se esconde en el horizonte; retiramos del armario abrigos, bufandas y guantes. Es el invierno que ha llegado, apagando cualquier vestigio de calor.
Durante el día, no siente uno ganas de salir de casa y cuando es necesario  echamos mano del jersey y abrigo. Por la noche vamos a dormir más temprano y abrigados con varias mantas y edredones.  Las horas de sueño son las más agradables del día, pues el frío ha desaparecido bajo ese montón de mantas.
Otro encanto del invierno está en aquellos momentos apacibles pasadas junto a la chimenea donde gruesos leños chisporrotean desparramando  lucecillas que nos transportan a un mundo de fantasías.
Soportamos el invierno cuando lo asociamos a fuego, calefacción, sopas calientes y gruesos calcetines. Sin embargo, continuamos echando en falta el susurro del mar y las olas refrescantes que acarician nuestro cuerpo, tendidos en la fina arena de la playa.
Me pregunto: ¿qué prefiero,  el frío o el calor?