Llego en casa empapado de agua y
cierro el paraguas que no sé dónde guardarlo: si lo dejo abierto en la sala, va
a mojar todo el piso: en la ducha no cabe y en el patio tampoco, pues el viento
puede llevárselo…
Y me pregunto: ¿para qué sirve el
paraguas? Salí de casa con la ropa seca y regreso como un pájaro mojado, a pesar de intentar
protegerme de la lluvia con ese maldito artefacto que sólo me ha servido para
amenazar a los transeúntes que se apartan rápidamente de mí, antes de perder un
ojo con una de las varillas.
Salgo de casa con paraguas, pero es
posible que regrese sin él, por haberlo perdido a mitad de camino. Seguramente
lo dejé en la entrada del banco, en el lugar reservado para esos objetos. Al
salir, no lo recogí. Lo eché en falta cuando empezó a llover de nuevo ya cerca
de casa. ¿Regreso en busca del mismo o prefiero comprar otro que seguramente
también lo perderé en cualquier lugar?
¡Cuántas historias inauditas contienen
todos esos paraguas abandonados en lugares inauditos como en el banco del
parque, en el taxi, en el supermercado, en la tienda de la esquina o en el
asiento del autobús!
¿Por qué uno insiste en conservar un
objeto tan inútil? Hecho especialmente para no mojarse, pero si llueve con un
poco de viento, no sirve de nada. Tal vez apenas para preservar las gafas para
que no se empañen.
Si
es de sistema de apertura automática, hay que tener cuidado, pues puede salir
disparado de la mano e ir a caer en medio de la calle, donde podrá ser pisoteado por algún transeúnte incauto o aun herir al que
está a nuestro lado y que también
intenta abrir el suyo.
Después de varias intentonas frustradas
de cerrar el paraguas, por fin lo consigo y avanzo por la tienda adentro,
pisando la alfombra con cuidado y sacudiendo el agua acumulada. ¿Dónde estará
el recipiente para guardar los paraguas mojados?
-Está en la entrada de la tienda, señor.
Y ahí voy yo, sacudiendo el resto del
agua acumulada en ni ropa y con mis
zapatos encharcados que van dejando sus huellas en una alfombra que antes brillaba por su
limpieza.
Así voy marcando mi presencia desastrosa en cada
lugar.
Mi más reciente “aventura” ha sido hace
pocos días. Al salir de una tienda, fui sorprendido con un viento tan fuerte
que me arrancó el paraguas de la mano y
voló lejos, yendo a caer - ¡qué coincidencia!-
junto a un contenedor de basura.
Lo dejé tirado allí mismo y continué mi camino
mojado hasta los tuétanos, pero feliz al sentir
la lluvia escurriendo por mi rostro.