A meus parentes e amigos

A mis familiares y amigos
Se me ha ocurrido empezar un blog personal para ir publicando mis nuevas crónicas que vendrían a ser como una segunda edición de mi libro “80 Chispazos”.

Espero que os gusten, pues están todas “inspiradas” en experiencias de mi vida diaria. .

terça-feira, 30 de outubro de 2012

El paraguas


Llego en casa empapado de agua y cierro el paraguas que no sé dónde guardarlo: si lo dejo abierto en la sala, va a mojar todo el piso: en la ducha no cabe y en el patio tampoco, pues el viento puede llevárselo…
Y me pregunto: ¿para qué sirve el paraguas? Salí de casa con la ropa seca y regreso  como un pájaro mojado, a pesar de intentar protegerme de la lluvia con ese maldito artefacto que sólo me ha servido para amenazar a los transeúntes que se apartan rápidamente de mí, antes de perder un ojo con una de las varillas.
Salgo de casa con paraguas, pero es posible que regrese sin él, por haberlo perdido a mitad de camino. Seguramente lo dejé en la  entrada del banco,  en el lugar reservado para esos objetos. Al salir, no lo recogí. Lo eché en falta cuando empezó a llover de nuevo ya cerca de casa. ¿Regreso en busca del mismo o prefiero comprar otro que seguramente también lo perderé en cualquier lugar?
¡Cuántas historias inauditas contienen todos esos paraguas abandonados en lugares inauditos como en el banco del parque, en el taxi, en el supermercado, en la tienda de la esquina o en el asiento del autobús!   
¿Por qué uno insiste en conservar un objeto tan inútil? Hecho especialmente para no mojarse, pero si llueve con un poco de viento, no sirve de nada. Tal vez apenas para preservar las gafas para que no se empañen.
 Si es de sistema de apertura automática, hay que tener cuidado, pues puede salir disparado de la mano e ir a caer en medio de la calle, donde podrá ser pisoteado por algún transeúnte incauto o aun herir al que está a nuestro lado y que también  intenta abrir el suyo.
Después de varias intentonas frustradas de cerrar el paraguas, por fin lo consigo y avanzo por la tienda adentro, pisando la alfombra con cuidado y sacudiendo el agua acumulada. ¿Dónde estará el recipiente para guardar los paraguas mojados?
-Está en la entrada de la tienda, señor.
Y ahí voy yo, sacudiendo el resto del agua acumulada en ni ropa  y con mis zapatos encharcados que van dejando sus huellas  en una alfombra que antes brillaba por su limpieza.
Así voy marcando mi presencia desastrosa en cada lugar.
Mi más reciente “aventura” ha sido hace pocos días. Al salir de una tienda, fui sorprendido con un viento tan fuerte que me arrancó el paraguas de la mano  y voló lejos, yendo a caer - ¡qué coincidencia!-  junto a un contenedor de basura.
Lo dejé tirado allí mismo y continué mi camino mojado hasta los tuétanos, pero feliz al sentir  la lluvia escurriendo por mi rostro.


  

segunda-feira, 22 de outubro de 2012

Va a llegar el (la) que faltaba...


Tres de mis cuatro  hijos han contribuido en la población mundial con dos hijos cada uno, pero Felipe, el más pequeño, ha resistido tenazmente y se ha mantenido hasta ahora sin aumentar la familia.
¡Qué vamos a hacer! Éramos unos abuelos frustrados hasta que…
Enciendo el ordenador y llamo a nuestro hijo Felipe, pues tenemos algunas novedades para contarle.
En la pantalla aparece  él y  Silvia, cosa rara de suceder porque no siempre coinciden estar los dos en casa cuando llamamos.
-          Tenemos una novedad para contaros…
-           Espera un poco, Felipe, pues antes  queremos contaros lo bien que hemos pasado este domingo. Hemos ido a pasear a un lugar maravilloso que…
-          Sí, pero espera que os cuente algo…
-          Bueno, después nos lo cuentas. Como te decía, nos hemos divertido  mucho y…
-          Por favor, papi, déjame que te cuente…
¡Qué raro! ¿Por qué será que  está tan impaciente en contarnos algo?
-          Pues dinos, Felipe, ¿qué queréis decirnos?
En la pantalla, los dos se miran uno al otro, antes de anunciar la gran novedad:
-          ¡Vais a ser de nuevo abuelos!
-          Un prolongado aplauso nuestro, mezclado con lágrimas de felicidad, no son suficientes para manifestar toda nuestra alegría.
-          ¡Por fin, Dios mío, por fin!
Mientras celebramos este acontecimiento tan esperado, nuestro pensamiento vuela hacia años pasados: nuestro hijo pequeño había nacido. Muy querido por todos, principalmente por sus tres hermanos que se lo disputaban cuando sus ojitos se cerraban de sueño…
Hace pocos días fuimos a visitar a los antiguos cuidadores de nuestra casa que por muchos años trataron a Felipe como a un hijo. En la cabecera de la cama de ese matrimonio, está colgada la fotografía de Felipe cuando pequeño…
Felipe fue un niño muy afortunado porque, no sólo nació en medio de una naturaleza exuberante, sino que también pasó su infancia rodeado de mucho amor.
 Ahora sólo esperamos que esa vida tan feliz se perpetúe con las sonrisas del que está próximo a nacer.
-          Felipe y Silvia, ¡nos hacéis muy felices con la gran noticia!