A meus parentes e amigos

A mis familiares y amigos
Se me ha ocurrido empezar un blog personal para ir publicando mis nuevas crónicas que vendrían a ser como una segunda edición de mi libro “80 Chispazos”.

Espero que os gusten, pues están todas “inspiradas” en experiencias de mi vida diaria. .

quarta-feira, 22 de fevereiro de 2012

?Verano o invierno?

Son casi las diez de la noche. El sol apenas empieza a esconderse en el horizonte, mientras los pájaros regresan a sus nidos para un merecido descanso, después de revolotear por tejados e jardines en busca de pajitas para la construcción de un rincón donde nacerán en breve sus crías.  
La noche va avanzando lentamente y el bullicio de la gente que va paseando por la orilla del mar, aumenta cada vez más, anunciando unas horas más de alegría, gritos y cohetes… Once, doce, una de la madrugada… Nadie tiene prisa para retirarse a sus casas y descansar. Verano es eso: vida, alegría, música.
Cuando el silencio empieza a esparramarse por doquier, nos retiramos a la habitación, donde la ventana permanece abierta y descansamos cubiertos apenas con una leve sábana, arrullados por el ruido del ventilador.
 No necesitamos dormir mucho y cuando nos despertamos el sol ya está anunciando un día de mucho calor. No importa. Nos espera una playa  donde pasaremos largas horas, protegidos por una sombrilla, sin nada que hacer, apenas soñando, soñando…
La vida en verano es una juerga… Paseos, convivio con amigos con quienes compartimos suculentos aperitivos de gambas y pescado frito; largas horas tendidos en la hamaca mientras leemos aquel romance anunciado como uno de los más vendidos; el reloj de pulsera abandonado en algún rincón de la casa, porque no nos interesa saber lo que vamos a hacer en las próximas horas.
Así es el verano que tanto nos atrae.
Estamos ahora  ante otra realidad. La noche llega más temprano. Las sillas y mesitas del bar han desaparecido de la terraza; las puertas y ventanas de las casas se cierran cuando el sol se esconde en el horizonte; retiramos del armario abrigos, bufandas y guantes. Es el invierno que ha llegado, apagando cualquier vestigio de calor.
Durante el día, no siente uno ganas de salir de casa y cuando es necesario  echamos mano del jersey y abrigo. Por la noche vamos a dormir más temprano y abrigados con varias mantas y edredones.  Las horas de sueño son las más agradables del día, pues el frío ha desaparecido bajo ese montón de mantas.
Otro encanto del invierno está en aquellos momentos apacibles pasadas junto a la chimenea donde gruesos leños chisporrotean desparramando  lucecillas que nos transportan a un mundo de fantasías.
Soportamos el invierno cuando lo asociamos a fuego, calefacción, sopas calientes y gruesos calcetines. Sin embargo, continuamos echando en falta el susurro del mar y las olas refrescantes que acarician nuestro cuerpo, tendidos en la fina arena de la playa.
Me pregunto: ¿qué prefiero,  el frío o el calor?

terça-feira, 21 de fevereiro de 2012

Nina y sus manías


Nunca vi una perra con tantas manías. En un rincón de la terraza  instalé su casita, provista, por supuesto, de colchón y manta para que ella no sienta el frío.  No hay quien la haga salir afuera a no ser para perseguir al gato intruso que quiere apoderarse de su comida. Tanto es el apego que siente a su casita, que cuando la dejo ventilando en el patio, Nina continúa de plantón al lado, como diciendo: “Esta casa es mía y nadie me la puede quitar”.
Le encanta que la mimen, especialmente mis nietas que la “usan” como si fuera una muñeca hasta que, cuando se siente fastidiada con tanto mimo, en cuanto puede sale corriendo a refugiarse en su casita.
Siempre  intenta colarse dentro de nuestra casa, pero si se da de cara con Alicia se detiene en el portal sin atreverse a entrar, pues sabe muy bien que ganará una reprimenda. Basta que Alicia le diga “Cho, Cho”, para que la perra se quede inmovilizada, a espera de que yo aparezca y le consienta su entrada.
Con el pasar de los meses Nina se ha convertido en la dueña absoluta. ¡Ay quien se atreva a pasar del portal! Allá va ella, como una flecha, para impedir que alguien intente entrar, a no ser a las personas que ya conoce. Y lo peor es que uno no puede ni abrir la puerta de entrada, pues apenas ella escucha el ruido de las llaves, ya está lista para dar sus vueltas por el patio de entrada, ladrando a las bicicletas o personas que pasen cerca.
Para comer no hay necesidad de llamarla, pues sabe muy bien cuándo es la hora y se planta en la entrada del comedor y ¡ay si me retraso! Empieza a llorar como un niño reclamando su comida. Sin embargo, no tocará en el plato hasta que yo le haga unas caricias. Su alimentación no puede ser cualquier cosa. ¿Recalentada? Ni pensar. Y nada de engañarla mezclando  alguna verdura o pescado. En su menú apenas consta arroz, carne y poca cosa más, a no ser la comida especial de perros, a la que ella avanza en último caso.
Así es Nina, llena de manías, pero siempre dispuesta a defender nuestra casa de intrusos, principalmente de gatos y ratones, a quienes ella tiene guerra declarada. Sin embargo, el sinvergüenza del gato – que es más grande que Nina -  anda siempre rondando por el patio provocándola y sin hacer caso de sus constantes latidos. “Intenta algo y sentirás el dolor de mis zarpazos”, parece decirle el gato que muy campante se alejará cuando le dé la gana.
¡Pobre Nina! No le toca otro remedio que darse en retirada y meterse cabizbaja en su casita a espera de que amanezca otro día mejor para seguir correteando por el patio persiguiendo a los pajaritos o tomando el sol en determinados rincones, como debajo de la ventana de mi habitación o junto a las macetas de flores.
No sé realmente el por qué de la expresión “llevar una vida de perros”. Desde luego, no se aplica a Nina que vive de barriga llena y pasea libremente negándose a sujetarse a una cadena que limite sus movimientos.       


domingo, 5 de fevereiro de 2012

Un mes tras otro

Ni qué decir que los meses de julio y agosto evocan sentimientos de alegría, pues instintivamente pensamos en vacaciones, en los paseos por la playa y en las emocionantes caminatas por atrayentes senderos. Lejos del ordenador, lejos de la corbata, pero felices jugando a las cartas frente a un ventilador al tope o quemándose al sol en una playa repleta de sombrillas coloridas.
Septiembre ya nos causa cierta nostalgia por las vacaciones que ya terminaron y las preocupaciones inherentes al tema educacional: que si el material escolar, que si las matrículas, que si los uniformes…
Sin embargo, en octubre vuelve todo a la normalidad. Escuelas repletas de niños bulliciosos, correteando por los patios de los colegios, tránsito atascado, trabajadores y empresarios de corbata, tiendas sin rebajas y el frío que empieza ya a dar sus pequeñas muestras de la nieve que en breve llegará en abundancia.
 A nada nos estimula ese mes. Se trata apenas de un paso más en el calendario normal, sin ninguna fecha en rojo. Es un mes sin color, con árboles esqueléticos y hojas caídas por todas partes. Nos da la sensación de que este mes ha salido de la paleta de pintor con apenas tinta blanca y negra.
En cambio, le sigue noviembre, con el típico olor de castañas asadas, el chocolate con churros ofrecido en los bares y con los primeros indicios de unas alegres navidades, envueltos ahora en gruesas bufandas y gorros salpicados con los primeros copos de nieve.
Y por fin, diciembre repleto ya de luces y villancicos, cenas de Nochebuena y convivio con toda la familia. La última hoja del calendario. Recuerdos de un año que pasó repleto de emociones, alegrías y esperanzas.
Y el desfile de los meses empieza de nuevo. Enero, con los Reyes Magos; febrero con las grandes rebajas; marzo, con el Día del Padre; abril con los árboles en flor; mayo, con las bodas y Primeras Comuniones; junio con el final de curso e inicio del largo periodo de vacaciones.
Así vamos viviendo distintas emociones conforme vamos arrancando, hoja tras hoja,   de un nuevo calendario que nos promete grandes  emociones.

sexta-feira, 3 de fevereiro de 2012

Un taxista diferente

Después de recorrer  por más de media hora por las calles de Porto Alegre,  llegamos por fin a casa. Durante ese tiempo tuvimos ocasión de escuchar las más distintas historias del taxista. Antes de salir del vehículo, nos retuvo:
-          Ahora, permítame unos minutos más  de charla. Mire usted qué trapos de cocina tengo para vender. Son de una amiga mía, a quien prometí ayudarla
No tocó más remedio que escuchar los argumentos de venta del taxista y aceptar la compra inusitada, mientras el reloj iba marcando unos minutos más de recorrido.
Ya al principio del trayecto nos contó la historia vivida con un pasajero que era gay…
-          De nada sirvió decirle que yo era casado y que no pretendía vivir aventura alguna con alguien que no fuera mi esposa y menos con una persona del mismo sexo…
-          Pero es que usted es muy simpático.
-          Como profesional lo llevo a donde usted quiera, pero nada más…
-          Bueno, bueno. Lo llamaré siempre que lo necesite. Mi nombre es Pedro, pero soy conocido como “Linda”.
Las llamadas por el taxi fueron tan frecuentes, que inclusive “Linda” invitó al taxista a visitarlo  en la ciudad donde vivía.
-          Ya tengo dónde pasar mis vacaciones, claro que junto con mi esposa, por si acaso…
-           Y ustedes, ¿dónde viven?
Con mucha diplomacia  ignoré esa pregunta, pues no dudo de que cualquier día aparecería ese tal taxista en nuestra casa para pasarse unos días…