Después de recorrer por más de media hora por las calles de Porto Alegre, llegamos por fin a casa. Durante ese tiempo tuvimos ocasión de escuchar las más distintas historias del taxista. Antes de salir del vehículo, nos retuvo:
- Ahora, permítame unos minutos más de charla. Mire usted qué trapos de cocina tengo para vender. Son de una amiga mía, a quien prometí ayudarla
No tocó más remedio que escuchar los argumentos de venta del taxista y aceptar la compra inusitada, mientras el reloj iba marcando unos minutos más de recorrido.
Ya al principio del trayecto nos contó la historia vivida con un pasajero que era gay…
- De nada sirvió decirle que yo era casado y que no pretendía vivir aventura alguna con alguien que no fuera mi esposa y menos con una persona del mismo sexo…
- Pero es que usted es muy simpático.
- Como profesional lo llevo a donde usted quiera, pero nada más…
- Bueno, bueno. Lo llamaré siempre que lo necesite. Mi nombre es Pedro, pero soy conocido como “Linda”.
Las llamadas por el taxi fueron tan frecuentes, que inclusive “Linda” invitó al taxista a visitarlo en la ciudad donde vivía.
- Ya tengo dónde pasar mis vacaciones, claro que junto con mi esposa, por si acaso…
- Y ustedes, ¿dónde viven?
Con mucha diplomacia ignoré esa pregunta, pues no dudo de que cualquier día aparecería ese tal taxista en nuestra casa para pasarse unos días…
Nenhum comentário:
Postar um comentário