A meus parentes e amigos

A mis familiares y amigos
Se me ha ocurrido empezar un blog personal para ir publicando mis nuevas crónicas que vendrían a ser como una segunda edición de mi libro “80 Chispazos”.

Espero que os gusten, pues están todas “inspiradas” en experiencias de mi vida diaria. .

terça-feira, 21 de fevereiro de 2012

Nina y sus manías


Nunca vi una perra con tantas manías. En un rincón de la terraza  instalé su casita, provista, por supuesto, de colchón y manta para que ella no sienta el frío.  No hay quien la haga salir afuera a no ser para perseguir al gato intruso que quiere apoderarse de su comida. Tanto es el apego que siente a su casita, que cuando la dejo ventilando en el patio, Nina continúa de plantón al lado, como diciendo: “Esta casa es mía y nadie me la puede quitar”.
Le encanta que la mimen, especialmente mis nietas que la “usan” como si fuera una muñeca hasta que, cuando se siente fastidiada con tanto mimo, en cuanto puede sale corriendo a refugiarse en su casita.
Siempre  intenta colarse dentro de nuestra casa, pero si se da de cara con Alicia se detiene en el portal sin atreverse a entrar, pues sabe muy bien que ganará una reprimenda. Basta que Alicia le diga “Cho, Cho”, para que la perra se quede inmovilizada, a espera de que yo aparezca y le consienta su entrada.
Con el pasar de los meses Nina se ha convertido en la dueña absoluta. ¡Ay quien se atreva a pasar del portal! Allá va ella, como una flecha, para impedir que alguien intente entrar, a no ser a las personas que ya conoce. Y lo peor es que uno no puede ni abrir la puerta de entrada, pues apenas ella escucha el ruido de las llaves, ya está lista para dar sus vueltas por el patio de entrada, ladrando a las bicicletas o personas que pasen cerca.
Para comer no hay necesidad de llamarla, pues sabe muy bien cuándo es la hora y se planta en la entrada del comedor y ¡ay si me retraso! Empieza a llorar como un niño reclamando su comida. Sin embargo, no tocará en el plato hasta que yo le haga unas caricias. Su alimentación no puede ser cualquier cosa. ¿Recalentada? Ni pensar. Y nada de engañarla mezclando  alguna verdura o pescado. En su menú apenas consta arroz, carne y poca cosa más, a no ser la comida especial de perros, a la que ella avanza en último caso.
Así es Nina, llena de manías, pero siempre dispuesta a defender nuestra casa de intrusos, principalmente de gatos y ratones, a quienes ella tiene guerra declarada. Sin embargo, el sinvergüenza del gato – que es más grande que Nina -  anda siempre rondando por el patio provocándola y sin hacer caso de sus constantes latidos. “Intenta algo y sentirás el dolor de mis zarpazos”, parece decirle el gato que muy campante se alejará cuando le dé la gana.
¡Pobre Nina! No le toca otro remedio que darse en retirada y meterse cabizbaja en su casita a espera de que amanezca otro día mejor para seguir correteando por el patio persiguiendo a los pajaritos o tomando el sol en determinados rincones, como debajo de la ventana de mi habitación o junto a las macetas de flores.
No sé realmente el por qué de la expresión “llevar una vida de perros”. Desde luego, no se aplica a Nina que vive de barriga llena y pasea libremente negándose a sujetarse a una cadena que limite sus movimientos.       


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