A meus parentes e amigos

A mis familiares y amigos
Se me ha ocurrido empezar un blog personal para ir publicando mis nuevas crónicas que vendrían a ser como una segunda edición de mi libro “80 Chispazos”.

Espero que os gusten, pues están todas “inspiradas” en experiencias de mi vida diaria. .

sábado, 7 de abril de 2012

Desfile de disfraces

                                        
Mayo nos evoca siempre recuerdos de bodas y Primeras Comuniones:
 Iglesias abarrotadas de flores, por cuyo pasillo principal “desfila” la novia engalanada con el vestido del mejor costurero.
Niñas ataviadas de princesas y niños de almirantes o marineros. A todo esto, luces de flash que se encienden constantemente.
¿Se trata realmente de un acto religioso en el que los novios se prometen amor eterno y los niños renuevan su encuentro con Cristo?
Lo cierto es que estamos en un mundo cada vez más materializado, regido por normas, apenas sociales. “Nos casamos en la iglesia porque es más solemne y pomposo”. “Nuestro hijo hace la Primera Comunión porque es una tradición”. ¡Y se acabó!
Después, raros son los niños que van a continuar yendo a la iglesia y las parejas confesarán que la última vez que pisaron el templo fue cuando se casaron. ¡Un mundo de incongruencias!
Las costumbres sociales son tan rígidas que exigen un traje de almirante para el niño o
 un vestido de encajes y bordados para la niña cuyos padres nadan en la opulencia.  Lo mismo se pide para aquel otro, cuya madre tiene que ir limpiando casas y reunir el dinero suficiente para que su hijo pueda hacer su Primera Comunión  o que su hija pueda lucir su vestido en medio de los invitados que acuden a un banquete preparado con sudor de las horas extras trabajadas.
 ¿Por qué hay que aceptar estas costumbres dictadas por una sociedad despiadada y cruel?
Ante este sacrificado despilfarro que obliga a gastarse aun lo que no se tiene, me viene a la memoria otra fiesta de Primera Comunión. Niños y niñas acuden a la iglesia vestidos por igual con una túnica blanca que la familia ha alquilado por unas pocas monedas. Como banquete, todos están sentados en bancos de madera mientras se les sirve un suculento chocolate. Se relamen los labios nada importándoles que sus vestidos blancos se manchen.
¿Qué es preferible: un traje de marinero que se traduce en días y noches de trabajo, o  una túnica blanca manchada de chocolate, con la única preocupación de ofrecer un día de felicidad auténtica para el niño?  

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