Llegó el último día del año. Siento
ahora la necesidad de limpiar los cajones de mi mesa, desprenderme de papeles
inútiles y estrenar una ropa nueva.
Tengo
la sensación de estar saliendo de un largo túnel, y abro los ojos ante una luz
que va dando color a cuanto me rodea.
En la mesa de mi despacho hay una
agenda con las páginas todavía en blanco, como una incógnita que tan sólo
conseguiré descifrar durante el transcurso de los días, de las semanas, de los
meses.
Las realizaciones, los proyectos
trazados durante el año que ya terminó forman parte de mi currículo, mientras
que los fracasos han quedado olvidados en las páginas llenas de garabatos de
aquella otra agenda que he echado a la basura hace apenas unos momentos.
Una agenda blanca y limpia nada
transmite. Sin embargo, apuntes en rojo, interrogaciones, tachaduras, todo eso
es sinónimo de vida.
Mi vieja agenda ya se ha convertido
en cenizas. Me esperan ahora muchas páginas en blanco que todavía están sin
vida, pero que irán marcando lentamente el transcurso de los días, dejando
huellas de vivencias, unas alegres, otras con marcas de sangre y sufrimiento.
Tengo miedo de las hojas en blanco,
pues sólo traducen monotonía, falta de sentimientos, de amor, sin luchas.
Me esperan doce meses de safíos, e
infeliz de mí si me contentase tan sólo en dejarlos pasar sin tener el coraje de
cogerlos fuertemente con las manos.
En todo esto ando pensando , mientras
arranco el plástico que envuelve mi agenda nueva, y empiezo a apuntarlos
nombres de tantos amigos con los cuales conviví el año pasado y que continuarán
todavía presentes en la agenda de éste y de otros años sucesivos.
Sólo deseo que mi nombre también
continúe presente en la agenda de todos ellos.
Lo mejor es ver esa agenda nueva, en blanco, como una aventura aún por recorrer.
ResponderExcluir¡Feliz 2013!