La
calefacción de mi casa se ha estropeado. ¿ Cómo voy a enfrentar el frío esta
noche?
No hay más remedio que ir a comprar
ni que sea un calentador. Para llegar a la sección de “electrodomésticos” de la tienda paso
por la exposición de muebles, cuando, de pronto, me llama la
atención un hermoso “sillón de papá”…
Llega el vendedor que, al verme tan
interesado, empieza a darme explicaciones:
-
¿”Ya ha probado usted
lo cómodo que es acostarse en ese sillón?”
-
No, pero gracias. Estoy buscando un calentador.
-
Bueno, ya que está usted aquí, ¿por qué no intenta echarse un
poco y comprobar lo confortable que se
está?
-
Vamos a ver… Realmente, vale la pena.
Me recuesto en el
sillón, acciono la palanca y sale un “descansa-pies”. ¡Perfecto! El cúmulo de
la comodidad…
-
Mientras usted descansa un poco en el sillón, voy a ver si
encuentro el calentador que quiere usted.
-
No, no es necesario. Prefiero quedarme con este sillón. Lo
del frío lo voy a solucionar con una buena manta.
Pocos días después, en un rincón de
la sala, estaba el tal sillón que me invitaba a pasar largas horas acurrucado y
bien envuelto en una manta para ahuyentar el frío.
El único inconveniente es que me
quedo sin enterarme de lo que pasa en la televisión, porque no resisto a
echarme un sueño…
Termina la transmisión de noticias,
apago el televisor, y me voy a dormir “de verdad”, sin haberme enterado de nada
por culpa de ese sillón que representó para mí la ante sala de un sueño
profundo.
La calefacción puede continuar
estropeada…
A veces, vale la pena dejarse llevar por la tentación. Sin arrepentimientos.
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