Todos estos recuerdos evocaban en mí
una nostalgia de algo que nunca más soñaba volver a vivir.
Sin embargo, de nuevo me encontraba
yo ahora en esa encantadora montaña de Montserrat, escuchando el canto del
virolay, interpretado por la escolanía de voces infantiles : “Rosa d´abril, morena de la serra”…
Luego, volví a sentirme en un mundo
de hadas en medio de ese conglomerado de
rocas de caprichosas formas, tales como
“El gigante encantado”, “El centinela”, “La Muñeca”, “La Calavera”…y tantos otros peñascos
identificados por la fantasía popular.
Esa montaña, de diez kilómetros de
extensión, abriga un famoso santuario donde se venera la imagen de la Virgen
“morena’, que ha sido declarada patrona
de Cataluña.
Su construcción se remonta al siglo
XVI y se yergue a 33 metros de altura, con paredes de dos metros de espesor. En
su interior vive un grupo de monjes benedictinos que administran el Santuario,
donde niños hasta diez años de edad, reciben instrucción musical y forman parte
de una coral ya famosa por toda Europa.
Días
después de esta visita a Montserrat, estaba viajando para Nuria.
El único medio de transporte para llegar a ese
lugar de los Pirineos es el tren cremallera, que sale de Ribas de Fresser y va
subiendo lentamente hasta llegar a su destino.
Se trata de un trayecto de belleza única,
contemplándose cascadas de agua cristalina que caen de lo alto de las montañas
y precipicios enormes que parecen amenazar constantemente al intrépido tren
cremallera que avanza firmemente haciendo sonar su pitido que resuena por
valles y montañas.
Llegamos por fin al Santuario de
Nuria, que es también un centro deportivo de esquí. Desde la ventana del hotel
contemplo una pequeña ermita que se yergue en medio de una verde pradera por
donde atraviesa un riachuelo de heladas aguas. Según la tradición popular, fue
en este lugar donde unos pastores encontraron la actual imagen de la Virgen.
Al atardecer, fui recorriendo el
peculiar Via-crucis, en lo alto de la
montaña, cuyas estaciones son
auténticas obras de arte de distintos artistas catalanes.
Estos lindos paisajes mudan
completamente en invierno, cuando todo aparece cubierto de nieve. Llegó la
época de las grandes competiciones de esquí que transforman el valle de Nuria,
en un escenario de belleza indescriptible.
Todo
ha sido un sueño del que despierto con nostalgia del pasado. .
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