J. Torralba
Huevos de chocolate – puestos por un conejo - y consumidos en Pascua.…;cuidado al pasar por debajo de una escalera; entrar en casa con el pie derecho; comer doce uvas al ritmo de las doce campanadas de Año Nuevo; romper un espejo; comer pescado en Viernes Santo.
Todas estas son tradiciones, supersticiones o costumbres que han sido incorporadas en nuestras vidas y de las cuales no podemos prescindir.
Muchas de ellas tienen un origen religioso, llegándose hasta el exagero de considerarse un “buen cristiano” porque se come pescado en Viernes Santo.
Las supersticiones siempre han acompañado la historia de la Humanidad. Lo que era considerado un acto de penitencia – el no comer pescado en Cuaresma – se ha convertido en una tradición, y ese día, que en principio era de austeridad, es ahora un motivo para frecuentar restaurantes donde se sirve una variedad de platos a base de pescado.
Si eso pasa en un día de penitencia, qué no será en Pascua, con la degustación de los huevos de chocolate, en la cena de Navidad, en la que no puede faltar el pavo y en las uvas, acompañadas de doce deseos, a medianoche del Año Viejo…
Y yo me pregunto: ¿no nos dejan estas costumbres alguna lección de vida?
Lo cierto es que en tales ocasiones, la familia se reúne alrededor de una mesa, dialogando unos con otros en la más completa y amistosa armonía, y se olvidan antiguas querellas o sinsabores que nos acompañan el restante del año. Hijos se reencuentran con sus padres, la abuela perdona al nieto que hace tanto tiempo que no habla con ella y todos se abrazan olvidándose de lo pasado y haciendo augurios una eterna felicidad.
Y sucede este milagro gracias a tradiciones al parecer absurdas, pero que han servido para estrechar los lazos de amor entre todos.
¡Benditas sean tales supersticiones!
***
Aprovecho esta crónica para desear a todos una feliz Pascua y que la fantasía de un conejito, poniendo huevos de chocolate, traiga a todos vosotros un poco de dulzura, paz y amor.